miércoles, 21 de abril de 2010

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El otoño ya no resplandece como antes, poco a poco ha desteñido su sangre y los colores obnubilados comienzan a reflejar lo que el agua no ilustra en épocas de transparencia. Cada pétalo fortuito de acciones aparentemente irrelevantes, inundan los espacios en una vida blanco y negro. Todo lo que parecía ser origen de mariposas obsoletas, traducen en algo jamás existido.

Soledad interminable de hojas que se elevan bajo sombras de tristeza, tal vez eras la lluvia que rompería el hielo, quizás eras la nube que esparciría dulzura, cariño y cantos de ave, las más bella estrella que acompaña la luna cuando su inmortal corazón de día, sol de media tarde, mitad de su alma, no puede estar junto a ella día y noche.

Complemento disuelto en tardes de extrañar, amigo del viento. Ahora comprendo porqué golpeas mi rostro, y acaricias mi pelo en tormentas majestuosas, volverme hacia ti es ahora un mundo nuevo.

Solo ventanas inspiradoras esperan atraer a mis ojos consuelo, y que árboles andantes detengan su rumbo, épocas de líneas que trazan mi vida pretenden borrar mi camino vuelta a casa, ya no lágrimas desvanecientes de insignificantes palabras, ya no cenizas de despecho, entidades que resienten, soledades incompletas.

Estrella incandescente recoge tus brazos en mi alma, y que el viento sople con aires de furia y de mares exaltados, que lleven lo oscuro de la tierra y que tu compañía traiga buenos tiempos...